Se hicieron duendes mis noches vacías,
la secuencia de recuerdos no alcanza,
el aroma de tu piel se contamina
con el flujo veloz de otras sustancias.
Las caricias se hicieron insensibles,
en el tatuaje cotidiano de mi cuerpo,
sepultada por las manos que definen
la lúgubre pasión que ya no siento.
Un templo de volubles espejismos,
se apuran en jadeos, desesperan
cerrando la persiana como ciclo
de un pacto que a mi alma cercena
Es un árido terreno el que transito
sin tu voz que mis sonidos enmudezca
sin tus dedos que retraigan mis sentidos,
para que ahogados en éxtasis fenezcan
Tus ojos se evadieron con la bruma,
ardiendo en mis heridas, tus suspiros,
cruzaron la muralla en que se escuda
en presuntos y definidos.
De mi espacio expulsé tu rostro
como al pecado que nadie perdona,
quedé vacía, acumulando odio
solo una lúgubre sombra...
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